miércoles, 30 de septiembre de 2015

Porteando a la familia

Cuando estaba embarazada yo le comentaba a mi esposo todo lo que leía sobe apego, porteo, colecho, crianza respetuosa, etc, Debo reconocer que al principio lo hacía con un poco de vergüenza, por lo general los hombres son más reacios a estos temas y dejan que nosotras las mujeres nos ocupemos de esas cosas. Pero con el tiempo empecé a notar que el se sentía muy interesado en las cosas que le contaba ( o por lo menos así parecía ser), y conversábamos mucho, de como sería cuando por fin llegara nuestro hijo.
Uno de los temas que le gustó mucho fue lo del porteo, y apenas nació nuestro hijo, mi esposo quiso aprender a usar el fular y el mei tai y ahora es todo un experto.
Todos los días mi esposo en la hora de almuerzo saca a pasear a Rocco, nuestro hijo perro, y ahora que los días están menos fríos, tratamos de salir todos juntos un ratito. En uno de estos paseos, me dio risa al ver que llevaba al bebé en el mei tai, al Rocco con su correa y a mi de la mano. Y le dije "nos vas porteando a todos".
Y así es, mi esposo me viene porteando hace rato, de distintas formas, como cuando me daba la mano en la consulta del doctor cuando fuimos a ver la biopsia de mi PAP alterado, cuando me abrazaba en cada test de embarazo negativo, cuando vimos latir el corazón de nuestro hijo, cuando nuestro hijo nació... y nos miró por primera vez.
Nosotros somos afortunados porque somos dos personas grandes, profesionales, cada uno con su carrera, su trabajo. Y por lo tanto estamos juntos porque deseamos estar juntos, no porque es lo que hay, o porque no nos queda otra. Sólo dependemos uno del otro emocionalmente, pero no en otros aspectos. Por lo tanto en lo que hacemos todos los días para cultivar nuestra relación, hay amor puro, preocupación real y honesta..hasta ahora.
Cuando nació mi hijo, la maternidad me pegó fuerte (por algo terminé acá). Te advierten muchas cosas sobre lo que es el primer hijo, pero nadie te advierte sobre el puerperio, esta nube tipo huracán que se acerca con una mezcla de sensaciones, de alegría, éxtasis, miedo, pena, en fin, es muy raro. Yo no sabía como explicarle a mi compañero que este era mi mejor momento y mi peor momento a la vez. Parecía que sus esfuerzos eran pocos para mantenerme satisfecha en mi montaña rusa hormonal y agrégale el cansancio infinito que sentía.
Y me fui a la mierda. Los primeros meses fueron bien duros, el intentar ser una súper mamá (cosa imposible obvio, siempre nos falta algo jajaja) demanda mucho tiempo y un temple de acero, tienes que ser la "Ramón Ulloa" del puerperio y eso es muy difícil. Te cuestionas constantemente si lo estas haciendo bien o mal, y por lo menos en mi caso, entre en un periodo de duelo, de enterrar un poco a la mujer sin hijos, llorar por ella y despedirla, para recién asumir mi nueva condición de mamá, asumir que mi vida entera de aquí y para siempre girará alrededor de mi hijo (y de los que tal vez vendrán, o sea, la cosa esta lejos de ponerse fácil algún día), aparecen los fantasmas de nuestra propia infancia y temes repetir las malas historias, y te presionas mucho, pierdes un poco la alegría de ser mamá.
Entonces yo estaba en otra dimensión y con mi esposo entramos a sintonías distintas, el era full alegría, y le salían arcoíris y corazones por los ojos. Y yo, quería estar tranquila, más bien sola. Me atrevo a decir que esa fue nuestra primera crisis, y nunca en mi vida había tenido tanto miedo. Fue difícil atreverme a decir algunas cosas, asumir otras, y salir de esos días negros.
Siento un poco de culpa porque sé que muchas veces le arruiné el día con mi "cara de poto",  sin duda le resté alegría a nuestra mayor alegría.
El próximo mes cumplimos un año de casados, y cuando faltaban dos semanas para el matrimonio, me acuerdo que al venirme a la casa al salir del turno, me venía en el auto pensando en lo feliz que era y en lo maravilloso que sería todo; ya tenía a mi hijo en la guatita creciendo, y siempre terminaba llorando de alegría, agradecida de todo lo que habíamos construído juntos.
Hoy venía del supermercado con mi hijo y volví a sentir esa sensación de felicidad absoluta, la echaba de menos, porque siento que he vuelto a la sintonía correcta.
Esto va para ti, hombre de mi vida, el que me portea, el que nos portea a todos, el que aguantó en su propio silencio, en su propio puerperio a esta mujer en transición. No eres perfecto (no te subas por el chorro), pero eres justo lo que necesito, nada más, nada menos. Gracias por la paciencia infinita, por la voz calmada, por las risas en la noche, la bandeja al lado de la cama en las mañanas, por ser mi editor, mi mejor amigo y confidente.
Ayer, cuando bailamos los tres abrazados, me pude reconocer de nuevo, una mujer absolutamente feliz.

Mi mejor amigo, nuestro hijo y nuestro perro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario